martes, 30 de junio de 2009

El ANECDOTÓN ( nótese la ironía)

Bueno antes que nada empiezo con una breve presentación. Mi nombre es pepitopiscinas (los siento pero debido a ciertas conspiraciones gubernamentales he de mantenerme en el anonimato), vivo en la calle falsa nº123, y dicho esto prosigamos, hoy en mi primera entrada a un blog que espero tenga una buena acogida por parte del populacho(si alguien se digna a leerlo), pasaré a redactar una anécdota de aquella época mágnifica en la que aún no sabía que los ''Reyes Magos'' eran los padres (lo iba a meter en spoiler, pero luego lo pensé que ya era hora de que os enteráseis, así que os jodeis) y en que aún no tenía un sólo bello púbico, así pues comenzemos.


Transcurría el año 1996 D.C., y yo cursaba 1º de primaria (1ºegb, para los de la logse) después de haber pasado una arduo día de estudio en el cual había pintado hasta gastar varios plastidecor, me disponía a ir al comedor de mi colegio a darme un opíparo festín, esto lo sabe todo el mundo que en los comedores de colegio se come de vicio, si hasta pasaba la preysler con la bandeja de ferreros, una delicia.

Después de haber tirado la mayoría de la comida debajo de la mesa me dispuse a comerme el postre, un yogur marca hacendado la mar de ''güeno'', para así salir a divertirme al patio hasta que mis padres se decidieran a venir a recojerme.


Entre mis distracciones en el tiempo de espera en el patio se encontraban jugar a fútbol, saltar a la comba, jugar al pilla pilla, y cómo no, trepar a cualquier sitio como un jodido mono, y aquí es donde empieza la anécdota.


Ese día como muchos otros me apetecía subirme a la portería de fútbol sala, esta estaba desprovista de red, y os preguntaréis para que hago esa aclaración, bueno ese es el gran dato de la anécdota.

No sé si recordáis que las porterías estas tienen la red enganchada en una ristra de argollas dispuestas a lo largo de los dos postes y el larguero, y dicho esto ya puedo empezar a relatar la parte innecesaria de la historia.


Estanba subido al poste de la portería mirando el horizonte, mientras insultaba al tonto de turno, normalmente a este ser lo distingues por el parche en el ojo y unas gafas de tamaño bigking, aunque sólo con las gafas ya puede ser el tonto de la clase.

Cuando uno de esos matones que se sustentan a base de robar bocatas de niños más pequeños y comer placentas de bebé, le pareció buena idea agitar la portería como un desvariado mental mientras se reía con sus ojos puestos en mí. Yo llorando le pedí que parase pero este ignorando mis comentarios de que estaba a punto de caerme prosiguió en su intento de producir felicidad a cambio de la desgracia ajena, y yo en un alarde de valentía me descolgué de uno de los postes para ir bajando poco a poco, pero con muy mala suerte, mis manos resbalaron estando yo prendido del poste por la parte de las argollas.

Lo que pasó después fue algo que hubiera estado en el top ten de youtube, lástima que no existiera. En mi vertiginosa caída mis pantalones se engancharon en una de las argollas antes mencionadas, sí señores me enganché de un manera casi imposible a las argollas del poste, pero este estado de levitación duró bien poco, exactamente lo que tardó el pantalón en desgarrarse, y ojalá hubiera sido lo único que se desgarró pero para mí desgracia en la caída las argollas siguieron horadando mi conjunto escolar hasta la llegada al pene, que aunque solo fue rozado en la parte delantera y apenas sangró, se quedó bastante rojo y escocía una barbaridad.


A partir de aquí todo es más triste si cabe, me curó la cocinera ( la que no se privó de gastarme una broma protagonizada por mi juguete del amor y el arroz a la cubana del día siguiente) del comedor con agua oxigenada, pero fíjate tú que no tenía un neceser de costura a mano, y me pasé desde las 2:00 del mediodía hasta las 3:30 en un patio lleno de niños carentes de bondad, con un pantalón desgarrado de adelante hacia atrás con los jirones de lo que antes eran unos calzoncillos, mi imponente(que no impotente, esto lo descubriría años más tarde) miembro viril al descubierto, y mi blancuzco trasero apoyado en el inerte suelo de aquel patio lleno de complejos.

Mi único consuelo es que esa semana no fui más a clase.


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